La escuela y las nuevas alfabetizaciones
Lenguajes en plural
Algunos educadores encabezaron fuertes discusiones acerca de qué podía considerarse cultura y qué quebrada relegado a lugares menores y despreciados, qué expresiones escritas, visuales o sonoras podrían introducirse en la escuela y podían ser parte del trabajo escolar, y cuáles no. Esa escuela fue autorizada en determinados saberes, voces, expresiones y lenguajes y decidió dejar afuera otras formas culturales que luego la historia fue incorporando dentro del canon de cultura legítima.
El surgimiento mismo de la escuela se consolidó en torno a las tecnologías ligadas a la lectura y la escritura disponibles a fines del siglo XXI: el libro, la pizarra, el pizarrón, el cuaderno, el lápiz. Como muchas de estas prácticas y tecnologías venían de lejos, se favoreció una idea de inmutabilidad de los saberes y undireccionalidad de su enseñanza. Cabe plantearse si es la misma enseñanza la que debe desarrollarse cuando se trata de trabajar con pantallas, a veces muy pequeñas, y cuando las tecnologías se transforman radicalmente.
Se plantea que hay que repensar el lugar monopólico de la escritura en la transmisión de la cultura. La escritura es un “modo de representación”, es una de las formas en que los seres humanos construimos el sentido sobre nuestra experiencia y nos comunicamos. La escritura es un modo importantísimo de representación y su aprendizaje es difícil, debe ser eje fundamental de la escolaridad; pero no es necesariamente cierto que es el más completo o el que debe “dominar” a todos los otros, que incluyen a la imagen, el sonido y el lenguaje gestual o corporal. Esta jerarquización excluyente de la escritura más bien habla de una sociedad que valora y jerarquiza ciertas prácticas sobre otras, y que desprecia otras formas de comunicación y de saber. La escritura requiere una inducción larga y cuidadosa en sus reglas y formas de procedimiento y la escuela sigue siendo el mejor lugar para hacerlo.
La alfabetización como metáfora habla de nuevas alfabetizaciones, alfabetizaciones múltiples o alfabetizaciones emergentes, requiere discutir también si vale la pena referirse a esos nuevos saberes en los mismos términos que las alfabetizaciones clásicas. Algunos autores señalan que no es conveniente usar el término de “alfabetización” como metáfora. Kress destaca dos razones: por un lado, que esta extensión provoca una extensión de los supuestos y prácticas de la lectura y de la escritura a otras formas de representación, lo que no necesariamente ayuda a ver las profundas diferencias que las estructuran; por el otro, denuncia una especie de “colonialismo cultural” que está dado por la extensión del uso anglosajón de literacy a otros contextos en los cuales las nociones específicas no se adecuan demasiado.
Buckingham señala que la alfabetización hace referencia a la posibilidad de acceder a un código o lenguaje y también de comprenderlo y usarlo creativamente. Podrían estructurarse contenidos interesantes y relevantes que aporten a la formación intelectual, ética y estética de los estudiantes.
Es fundamental enseñar la noción de red y su extensión en muchas actividades humanas, y ayudar a develar las jerarquías, desigualdades y subordinaciones que siguen operando pese a su apariencia horizontal e igualitaria. Seria importante enseñar sobre las transgresiones, sobre la creatividad y la productividad de muchos emprendimientos individuales o de pequeñas asociaciones que elaboran otras cadenas de noticias, o de solidaridades, o de creaciones artísticas o sociales. Podríamos proponernos estudiar con nuestros alumnos, con menos prejuicios pero sin celebrar acríticamente todo lo nuevo, qué emociones y sentimientos movilizan, qué sociabilidades se establecen, qué estrategias resultan exitosas y por qué, y qué otras formas de interacción podrían proponerse.
Es fundamental que las escuelas propongan una relación con las nuevas tecnologías de la comunicación y la información significativa y relevante para los sujetos que las habitan. Las nuevas alfabetizaciones deberían ayudar a promover otras lecturas sobre la cultura que portan las nuevas tecnologías, que les permitan a los sujetos entender los contextos, las lógicas y las instituciones de producción de esos saberes, la organización de los flujos de información, la procedencia y los efectos de esos flujos, y que también los habiliten a pensar otros recorridos y otras formas de producción y circulación. En la búsqueda de respuestas, seguramente la enseñanza se convertirá en algo más interesante y más valioso. Todo ello hace a la relación con el saber, con la lengua, con los otros, con el conocimiento acumulado; y hace a nuestro lugar en una sociedad humana que se forma de muchas herencias, lugar que debería permitirnos dejar una huella propia para que otros la retomen más adelante.
Según una encuesta realizada a docentes de nivel inicial y docentes de EGB, podemos decir, que la tecnología actual esta incorporada en la vida de los alumnos y debido a esto, el sistema educativo las va incorporando progresivamente como herramienta en el aula, ya que estas presentan variadas ventajas en el aprendizaje del alumno, el cual se adapta de forma muy ágil a éstas.
Sin embargo, por más que la institución posea equipos adecuados para que utilicen los alumnos, no siempre puede brindar este tipo de educación, ya que, al ser “nuevas tecnologías”, las escuelas no tienen docentes capacitados para transmitir estos saberes de forma idónea a los alumnos.